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Ahora debes dejar tus tierras, bajar a la llanura y visitar el Reino de los Mandarines, llamado el Hecho, a fin de que la intención racional, la modestia y la espontaneidad combatan la Premeditación y la Impostura con la perenne protesta. La misión es muy dura, porque te convertirá en un solitario entre novecientos millones. ¿Te angustia?… Para comenzar, habrás de cambiar de nombre -prosiguió -. Ya no te llamarás como tus padres decidieron, sino Eremita, por motivo de encarnar la soledad y monólogo de la espontaneidad que protesta. Más adelante recibirás encargo de realizar otros destinos a los que también conviene ese nombre…

Escuela de Mandarines
Miguel Espinosa

Dejó pasar las ocasiones
en las que se cebó vuestra avidez.
No fue jamás obstáculo
para ajenas codicias, pues buscaba
la luz de la palabra, que vosotros
despreciáis, pero aun eso
os dolió que buscara. Le envidiabais
por ser distinto y puro, si bien nunca
quisisteis parecerle (el envidioso
halla siempre culpable de inocencia
al envidiado; su vileza admite
sólo al testigo cómplice).
Vivió con dignidad, humildemente,
laborando en lo suyo, y ni siquiera
perdió el tiempo en odiaros.
Sobre el polvo
que sois, sobre la nada
de tanta iniquidad, caerá el olvido.
Mas quedarán sus obras y su nombre,
y su gloria será vuestra condena.

“El Eremita”
(In memoriam Miguel Espinosa)
Eloy Sánchez Rosillo

Cuando el capitán Contreras se hizo ermitaño, tomó el sayal de San Francisco. Los franciscanos le pusieron entonces un pleito, por usar sin derecho el hábito de la Orden. Aviso a eremitas: Si te retiras del mundo, a una cueva del Moncayo, el cierzo en la cara, con tus hierbas, tu cilicio y tu calavera, el mundo te encuentra y no te deja tranquilo.

Juan Espinosa